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Yolanda Cerón Delgado fue asesinada hace 10 años por sicarios paramilitares el día 19 de septiembre de 2001 frente a la iglesia La Merced, en el Parque Nariño en Tumaco, Colombia.  
 
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Yolanda Cerón Delgado fue asesinada hace 10 años por sicarios paramilitares el día 19 de septiembre de 2001 frente a la iglesia La Merced, en el Parque Nariño en Tumaco, Colombia.

Esta zona es habitada por más de 320.000 habitantes, en su gran mayoría afrodescendientes. También existen las dos etnias indígenas: El pueblo Awá y el pueblo Eperara-Siapidara y los mestizos. En los años 90 la Hna. Yolanda Cerón se dedicó a la docencia en la Escuela de la Playa de Salahonda, municipio de Francisco Pizarro. Ya en su espíritu bullían las inquietudes de justicia social y apoyo a las clases menos favorecidas que siempre animaron su espíritu. Su contacto con las comunidades afrodescendientes de Salahonda avivó en ella su vocación para trabajar intensamente por esas comunidades que por centenares de años vivían en la pobreza y en el abandono de las autoridades. Al habitar en lugares inhóspitos su educación fue prácticamente imposible y por eso la mayoría de las comunidades afrodescendientes fueron iletradas y no tuvieron acceso a los puestos de mando y quedando relegadas a los niveles más bajos de la sociedad. Sin embargo, en las últimas décadas del siglo 20 se vinieron gestando algunos movimientos para mejorar su situación. Se veía necesario que las comunidades afros dispersas por las orillas de los ríos o apiñadas en zonas urbanas pobres tuvieran la titulación de sus tierras y lograran una capacitación apropiada para su desarrollo. Por medio de la ley 70 de 1993 las comunidades afrodescendientes lograron la titulación colectiva de un territorio de casi un millón de hectáreas en esta zona. Los pueblos indígenas a su vez lograron conformar sus Resguardos que abarcan un territorio de unas 230.000 hectáreas. Los resguardos indígenas y los territorios titulados colectivamente a las comunidades afro son tierras inalienables, inembargables e imprescriptibles, es decir están por fuera de la ley de oferta y demanda del libre mercado. Las cosas se hicieron más concretas cuando la Asamblea Constituyente de 1991, al emitir la nueva Constitución de Colombia, aprobó también el artículo transitorio 55 que establecía el derecho a la propiedad colectiva sobre las áreas que demarcaría la ley. Desde ese momento la Hermana Yolanda tomó muy en serio este mandato constitucional y se dedicó a respaldarlo en todas sus actividades. Esta actitud no fue bien entendida por los grandes propietarios de tierras que vieron en ella un obstáculo para su planes expansivos y tal vez un peligro para sus actividades económicas. En efecto, en los años anteriores varios latifundistas venidos del interior del país aprovecharon la ingenuidad de los moradores afros de la región para proponerles compra de sus tierras a bajo precio ofreciéndoles al mismo tiempo empleo en las que habían sido sus parcelas. Sin embargo después de algunos años no les daban más empleo y los remplazaban con personal del interior. De esta manera muchos perdieron sus tierras y la posibilidad de emplearse. Esta conducta fue duramente combatida por la Hermana Yolanda que pretendió que las tierras siempre quedaran en manos de los pueblos afrodescendientes. Al lado de este tema de la titulación colectiva de todo el territorio de la costa del Pacífico, surgió en esta década otro aspecto totalmente distinto que ha puesto en crisis la situación de toda la costa y fue la aparición de los cultivos de uso ilícito que trastornaron el proceso anterior. Dado que la costa del Pacífico es inmensamente fértil, atravesada por numerosos canales y esteros y de fácil comunicación por el mar se convirtió en escenario preferido de los grupos que trafican con drogas. Esto subvirtió el orden de las cosas y puso en pie de alerta a las autoridades. Tras los cultivos de uso ilícito a su vez aparecieron los grupos armados ilegales, tanto guerrilleros como paramilitares, que encontraron en este comercio el medio fácil para su financiación. Esto cambió totalmente la faz de toda la región y erradicó la mayoría de los productos alimenticios y empezó a producir continuos desplazamientos de personas y comunidades que de una u otra forma no quisieron entrar en el comercio ilícito. Estos grupos armados al ser de diferente orientación fueron estableciendo sus áreas de dominio siempre fluctuantes ya que cambiaban según la fortaleza. De esta manera se empezaron a producir ataques diversos en busca de dominio de una determinada región que luego volvía a ser dominada por otro. Esta inestabilidad de grupos y violencia generalizada comprometió seriamente la paz de la región y el desarrollo tanto de las comunidades negras como de las comunidades indígenas. Ante estos hechos la Hermana Yolanda estuvo siempre al lado de las comunidades afrodescendientes orientando su labor por los caminos de la licitud y de la justicia. Muchos no comprendieron su posición y así empezó a estar su vida en peligro. Su labor apoyando a las comunidades afrodescendientes fue muchas veces confundida como si fuera parte de uno de los grupos en contienda. Muchas veces ella explicó su posición que siempre estuvo de acuerdo a lo justo y recto. Sin embargo, siguió en peligro, que ella siempre afrontó con valor. Finalmente fue víctima de balas asesinas que acabaron con su vida el 19 de septiembre de 2001 frente a la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes de Tumaco. Indudablemente el trabajo de la Hermana Yolanda fue decisivo en lo que se ha logrado en la aplicación de la Ley 70 en la costa del Departamento de Nariño. Su labor de cooperación con las diversas comunidades afro descendientes despertó en ellas su autoestima y sus valores personales y comunitarios y supo enfrentarse a un mundo poderoso pero hostil al bienestar y desarrollo de las comunidades negras de esta región. Este apoyo que ella les brindó lo sintió como una auténtica vocación que ella debía seguir hasta sus últimas consecuencias. Esto sin duda no solamente se vio en los hechos pasados sino que también tendrá una repercusión en el futuro que indudablemente será más promisorio para esas comunidades. "Sigan Adelante, que el Trabajo Apenas Empieza..."

En países como Colombia en los cuales el conflicto armado lleva décadas y con incalculables víctimas de asesinatos, masacres, desplazamientos, desapariciones, minas antipersona, amenazas, violaciones sexuales, exilios, secuestros, torturas y extorsiones, se hace urgente y necesario orientar acciones para no olvidar y enterrar esta época de nuestra historia. Sólo la reconstrucción y conservación de la memoria histórica y colectiva de los hechos, actores y de la vida de las víctimas nos permitirá defender la dignidad de todas aquellas personas que hemos perdido de manera violenta. El hacer memoria de nuestras víctimas nos permite exigir la verdad, justicia y reparación integral y colectiva. De lo contrario, sus muertes quedarán en la impunidad, ellos y ellas morirán en el olvido de la sociedad y seguiremos diciendo “por algo lo mataron”, “por sapo”, “en qué andaría”, o “por guerrillera” como dijeron de Yolanda Cerón.

"Sigan Adelante, que el Trabajo Apenas Empieza..."

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